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Katia cuenta como se dejo arrestar por un policía para seducirlo y tener sexo con el…

Katia cuenta como se dejo arrestar por un policía para seducirlo y tener sexo con el…

Katia siempre había tenido una fantasía: ser detenida por un policía. No por algo ilegal, claro, sino por el simple hecho de ser parte de un juego, de una fantasía compartida. Siempre había sido una mujer audaz, que disfrutaba de los riesgos y las emociones fuertes, y esta era la fantasía que había guardado en su mente durante mucho tiempo.

Una tarde de verano, mientras caminaba hacia su coche, vio a un policía estacionado cerca de un parque. Él la observó por un instante, y ella, con una sonrisa traviesa, lo miró de vuelta. Había algo en su mirada que le decía que tal vez, ese día, el juego podría volverse realidad.

Sin pensarlo demasiado, Katia se acercó al policía con paso firme y una sonrisa encantadora.

—¿Hay algún problema, oficial? —preguntó, manteniendo su tono dulce y desafiante.

El policía, de unos 30 años, parecía un poco sorprendido por su actitud. Aquel tipo de conversaciones no eran comunes en su jornada laboral. Sin embargo, algo en ella lo intrigó. La mujer que tenía frente a él no era la típica persona a la que uno detendría por alguna infracción. Su porte elegante, sus ojos llenos de picardía y su actitud relajada desarmaron cualquier postura profesional que intentara mantener.

—No, no hay problema —respondió él, con un tono más suave de lo que Katia esperaba. De alguna forma, ella había logrado derribar su barrera.

Katia, sonriendo sutilmente, dio un paso hacia él. La proximidad era eléctrica. Ella lo observaba fijamente a los ojos, sabiendo que estaba tocando un límite, pero también sabiendo que todo lo que ocurriría a partir de ese momento era consensuado, una fantasía mutua. No había coerción, solo la emoción de lo prohibido, la tentación de lo no dicho.

—Entonces, ¿qué tal si jugamos un rato, oficial? —dijo Katia, su voz suave pero llena de seducción. Había un juego en sus palabras que hizo que el policía, ahora visiblemente nervioso, se sintiera atrapado en su red.

El policía se aclaró la garganta, mirando alrededor para asegurarse de que nadie los observaba. No sabía si era por el calor del momento o por su propia curiosidad, pero de alguna forma, aceptó el desafío.

—¿A qué te refieres con "jugar"? —preguntó, casi sin atreverse a dar el siguiente paso, pero evidentemente interesado.

Katia dio otro paso hacia él, ahora mucho más cerca. Podía sentir la tensión en el aire. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y deseo.

—Yo sé lo que quiero, y tú también lo sabes —susurró cerca de su oído, con voz baja y seductora—. Sólo necesitas dejarte llevar.

La atmósfera entre ellos cambió por completo. Lo que comenzó como una charla casual se convirtió rápidamente en una danza sensual, donde ambos estaban en control pero al mismo tiempo cedían a la atracción palpable entre ellos.

Katia, manteniendo su postura segura, se acercó aún más, hasta que sus cuerpos se rozaron ligeramente. Sintió cómo el policía se tensaba al contacto, y eso solo aumentó la intensidad del momento.

Con un leve gesto, ella le dio la señal para que la siguiera. Sin decir palabra, él entendió. En un instante, ambos caminaron hacia un lugar más privado, donde podían continuar con su juego, lejos de las miradas curiosas.

El calor del momento, el riesgo y la emoción de lo prohibido les dieron rienda suelta a la pasión. El policía, ahora completamente entregado, ya no era el hombre serio y reservado que había sido antes. Ambos compartían una fantasía que, por fin, se estaba haciendo realidad.

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