Tiempo de lectura estimado: 3 minutos
Ramiro cuenta el día que pago por sexo a un travesti en plaza del sol.

Ramiro cuenta el día que pago por sexo a un travesti en plaza del sol.

Me llamo Ramiro, tengo 33 años, y lo que voy a contar no se lo he dicho a casi nadie. No porque me avergüence —creo que ya pasé esa etapa— sino porque a veces la gente no entiende que detrás de cada historia hay un ser humano buscando algo. A veces compañía, a veces placer, a veces un reflejo de uno mismo.

Aquella noche fue hace unos años, en Plaza del Sol. Un lugar conocido en la ciudad, donde se mezclan los bares, los vendedores ambulantes y las historias que la mayoría prefiere ignorar cuando pasan en su auto.

Yo iba manejando sin rumbo, un viernes en que me sentía solo. No buscaba nada específico, pero tampoco quería volver a mi departamento vacío. Había terminado una relación hacía poco y arrastraba ese vacío silencioso que te hace querer sentir algo... lo que sea.

Fue ahí donde lo vi —o más bien la vi. Alta, cabello largo, vestido ajustado, apoyada en una esquina con una seguridad que me llamó la atención. Era evidente que era una chica trans o travesti, como suelen decir por acá. Pero lo que más me atrapó fue su mirada: directa, sin vergüenza, como quien ya ha visto demasiado en la vida.

No recuerdo exactamente cómo se dio el primer contacto. Frené el auto cerca, ella se acercó y me saludó con una sonrisa tranquila, casi tierna, que desarmaba cualquier prejuicio que uno pudiera tener.

—¿Qué buscás, amor? —me dijo, sin rodeos.

No supe qué responder de inmediato. No era solo sexo lo que me había traído hasta ahí. Era la curiosidad, la necesidad de cruzar una línea invisible que siempre había estado ahí pero nunca había traspasado.

Hablamos un poco. Me dijo que se llamaba Abril. Me gustó que me hablara sin apuro, sin presión. Yo sabía que era su trabajo, pero había algo humano en su forma de mirarme. Me propuso un precio. No era barato, pero tampoco me importaba demasiado en ese momento. A veces el dinero es lo de menos cuando lo que buscás no se compra tan fácil.

Fuimos a un hotel cercano. No voy a entrar en detalles íntimos —eso queda para mí y para ella. Pero sí puedo decir que no fue solo un acto físico. Fue extraño y liberador al mismo tiempo. Me sentí nervioso, pero también cuidado. Me habló con ternura, me preguntó si estaba bien, si me sentía cómodo.

Cuando terminamos, nos quedamos hablando un rato. Me contó partes de su vida, de lo duro que era ser quien es en una sociedad que no siempre perdona. Yo le hablé un poco de mi soledad, de mis dudas, de ese lado mío que ni yo conocía del todo.

Esa noche no cambió mi vida de forma radical, pero sí me dejó pensando mucho. Me fui con más preguntas que respuestas. No sobre mi orientación o mi identidad —esas etiquetas nunca me importaron tanto— sino sobre lo que significa realmente buscar conexión humana, más allá del cuerpo, más allá de los prejuicios.

Abril fue un espejo inesperado. Me mostró que todos cargamos nuestras batallas y que a veces un encuentro fugaz puede enseñarte más que mil charlas vacías.

No volví a verla. No porque no quisiera, sino porque entendí que esa noche fue única, irrepetible.

La recuerdo con respeto, con cariño. Y cada vez que paso por Plaza del Sol, pienso en ella. En lo que me enseñó sin querer.

Y en lo mucho que a veces necesitamos cruzar nuestros propios límites para encontrarnos de verdad.

whatsapp Facebook share link LinkedIn share link Twitter share link Email share link
inicia una conversación
Asesor 1
Gerente
Habla con nuestro gerente
Asesor 1
(Paseo Degollado 66) Matriz
Soporte en Paseo Degollado 66
Asesor 3
(Av. Revolución 669)
Soporte en Av. Revolución 669
Asesor 2
(Avenida Hidalgo 973)
Soporte en Avenida Hidalgo 973

mi cuenta