Era la noche antes de su boda, y la despedida de soltera de Laura prometía ser legendaria. El lugar estaba lleno de risas, música alta y una atmósfera cargada de emoción. Las chicas se habían reunido en un exclusivo club nocturno, todas listas para celebrar la última noche de libertad de Laura de una forma muy especial.
Nos habíamos preparado durante semanas, planificando cada detalle, y la idea de tener un stripper contratado para la noche fue el toque perfecto. El ambiente era electrizante, con luces brillantes que danzaban al ritmo de la música y el bullicio de voces excitadas.
Pero lo que Laura no sabía, lo que ninguna de nosotras sabía, era que la noche iba a dar un giro inesperado. Durante el juego de las "verdades y retos", el azar decidió que, por una broma del destino, yo sería la afortunada que ganaría una hora con el stripper.
La sala se llenó de aplausos y gritos, mientras el chico, que había estado observando desde el escenario, se acercaba. Era alto, de porte musculoso, con una mirada que hablaba de experiencia, pero también de un toque de picardía. Sus ojos se fijaron en mí mientras sonreía, como si ya supiera que esto no era solo una broma.
“Bueno, parece que la suerte está de tu lado”, dijo, con una voz profunda que me hizo estremecer. Las chicas comenzaron a corear mi nombre, y no pude evitar ruborarme mientras me levantaba de la silla, mi corazón latiendo más rápido.
Él se acercó y, sin perder el ritmo, me ofreció su brazo. Con una sonrisa en su rostro, me guió hacia el centro de la pista, donde la música se volvió más lenta, más sensual. La multitud desapareció a nuestro alrededor, y fue como si el mundo entero se redujera a nosotros dos. Mis amigas seguían vitoreando, pero en ese momento no existían más que él y yo, una conexión que se tejía lentamente a través de cada movimiento, cada mirada.
La ropa comenzó a caer lentamente de su cuerpo, pieza por pieza, mientras me acercaba a él, guiada por una mezcla de nervios y excitación. Lo que comenzó como un juego se transformó en algo mucho más intenso. La música, el ambiente, el roce de su piel contra la mía… todo se combinaba para crear una atmósfera cargada de deseo.
Él sabía lo que hacía, sus movimientos eran fluidos y seguros, y yo me dejaba llevar por el ritmo, sin preocuparme por nada más que no fuera la sensación de su cercanía. No era solo un stripper, era un maestro de la seducción. Su toque me hacía sentir especial, como si estuviera siendo observada de una forma que nunca antes había experimentado.
Cada beso que me dio en el cuello, cada caricia que recorría mi piel, me llevó más allá de lo que esperaba de esa noche. Y cuando él me susurró al oído que la hora había terminado, fue como si el mundo se hubiera detenido. Nos separamos lentamente, con una mezcla de satisfacción y asombro en nuestros rostros.
La hora había terminado, y mientras él se alejaba, sentí una sensación de poder que nunca antes había experimentado. Había sido más que una despedida de soltera, había sido una experiencia transformadora, un recordatorio de que, a veces, el destino tiene sus propios planes.
Esa noche, Laura se casó al día siguiente, pero yo me fui con la sensación de que, al menos por una hora, había tenido una pequeña aventura que sería recordada por siempre.