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Sexo en los baños san juan Bosco, Yina cuenta como lo que fue un vapor termino en sexo

Sexo en los baños san juan Bosco, Yina cuenta como lo que fue un vapor termino en sexo

Nunca pensé que un día cualquiera, de esos llenos de rutina y calor sofocante, terminaría siendo uno de los recuerdos más intensos y excitantes de mi vida.

Me llamo Yina, y esta es mi historia…

Todo comenzó una tarde que había decidido ir a los baños de San Juan Bosco. Quería relajarme, desconectarme de todo. Había escuchado que el vapor de esos baños era de los mejores, y sinceramente mi cuerpo pedía a gritos un poco de calma.

Entré sola, con una pequeña toalla y un bikini discreto. El ambiente estaba tranquilo, el sonido del agua cayendo y el vapor llenándolo todo creaban un clima casi hipnótico. El calor me abrazaba la piel, y poco a poco empecé a sentir cómo mis músculos se relajaban.

Me senté en una esquina, cerré los ojos, y dejé que el vapor acariciara cada parte de mi cuerpo. Lo que no sabía era que no estaba sola.

Unos pasos se acercaban con sigilo. Cuando abrí los ojos, lo vi. Era un hombre de mirada intensa, piel bronceada, y una sonrisa que decía mucho más de lo que sus labios callaban.

—¿Te molesta si me siento aquí? —me preguntó con un tono grave y seductor.

Le respondí con una sonrisa tímida, pero mi cuerpo ya empezaba a reaccionar de otra manera. El ambiente estaba cargado de calor... y no solo por el vapor.

Poco a poco comenzamos a hablar. Conversaciones banales que se fueron transformando en miradas profundas, silencios cómplices y respiraciones que se entrecortaban. El calor se sentía en la piel, pero lo que más ardía era la tensión que había nacido entre nosotros.

De un momento a otro, sin pensarlo demasiado, sus dedos rozaron mi pierna con una suavidad que me erizó la piel. No me alejé... al contrario, mi cuerpo se inclinó levemente hacia él, buscando más.

Su mano subió lentamente por mi muslo, y sus labios encontraron mi cuello húmedo por el vapor. Cerré los ojos y me entregué a ese instante. Los baños estaban casi vacíos, el sonido del agua y el eco del lugar creaban la atmósfera perfecta para perder el control.

Me susurró al oído que desde que me había visto entrar no había podido dejar de imaginarme desnuda bajo el vapor. Mis labios se entreabrieron buscando los suyos, y ahí comenzó todo.

Nuestros cuerpos se pegaron, las toallas cayeron sin resistencia, y las manos exploraron cada rincón con ansiedad y deseo. La calidez del lugar intensificaba cada caricia, cada beso, cada roce.

Me apoyó contra la pared tibia del baño, mientras sus manos firmes sujetaban mi cintura. Lo sentía duro, fuerte, deseándome sin reservas. La penetración fue lenta al principio, un vaivén de placer que fue creciendo con cada embestida más profunda.

Los gemidos se ahogaban entre los vapores y el sonido del agua. Éramos solo dos cuerpos entregados al deseo más puro y salvaje.

El clímax llegó como una ola caliente que recorrió todo mi cuerpo, haciéndome estremecer entre sus brazos. Él terminó poco después, con un gemido grave que me retumbó en los oídos.

Cuando recuperamos el aliento, nos miramos y reímos suavemente, sabiendo que lo que había comenzado como un inocente baño de vapor, había terminado en uno de los encuentros sexuales más intensos y secretos de nuestras vidas.

Desde aquel día, cada vez que paso por San Juan Bosco, una sonrisa traviesa se dibuja en mis labios... porque hay lugares que guardan secretos calientes que solo los que se atreven a romper las reglas llegan a descubrir.

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