Tiempo de lectura estimado: 3 minutos
Una noche en la cabaña: lencería, encaje, anillos vibradores y una fantasía hecha realidad

Una noche en la cabaña: lencería, encaje, anillos vibradores y una fantasía hecha realidad

El viento silbaba entre los pinos mientras la nieve caía suavemente, cubriendo el paisaje como una manta de terciopelo blanco. La cabaña de madera, aislada en lo alto de la montaña, era un pequeño refugio donde el tiempo parecía detenerse. En su interior, la madera crujía bajo el calor del fuego, y el aroma a canela y vino tinto llenaba el aire.

Ella salió del baño envuelta en una bata de seda roja. La tela se deslizaba sobre su piel como una segunda caricia. Llevaba el cabello suelto, húmedo aún, cayendo en ondas suaves sobre sus hombros. Sus ojos brillaban con complicidad. Esa noche no era una cualquiera. Habían planeado cada detalle desde hacía semanas.

Él, junto al fuego, la esperaba con una copa en la mano. Cuando la vio, su mirada se detuvo un segundo más de lo necesario, como si necesitara memorizarla. Ella soltó lentamente el lazo de la bata, dejando que resbalara por sus brazos hasta caer al suelo.

La lencería negra que llevaba parecía hecha a medida. El encaje dibujaba delicadas líneas sobre su piel, jugando con la transparencia y la insinuación. Un body ceñido, con aberturas estratégicas, encajes en flor sobre sus pechos, y unas medias con ligas que completaban el conjunto. Sabía que él adoraba verla así: segura, sensual, deseante.

Él se acercó sin decir palabra, sus dedos rozando su cintura, bajando lentamente por su espalda. Sacó del bolsillo de su bata una pequeña caja negra de terciopelo. Ella la tomó, la abrió... y sonrió.

—¿Lo probamos? —preguntó, con una chispa de atrevimiento en los ojos.

Él la besó lentamente antes de responder. El anillo vibrador, discreto pero potente, se deslizó fácilmente con la ayuda de sus caricias. Lo colocó con suavidad mientras ella se recostaba sobre la alfombra frente al fuego. Las llamas dibujaban sombras en su piel. Las vibraciones comenzaron como una caricia sutil, provocando un leve jadeo en sus labios.

Él se colocó encima de ella, acariciándola con la yema de los dedos, recorriendo su cuello, su abdomen, sus muslos. Sus bocas se buscaron, se encontraron, se perdieron. Las vibraciones aumentaban lentamente, pulsando al ritmo de sus gemidos. La tensión crecía, lenta, deliciosa, como una tormenta que se acerca.

La combinación del calor del fuego, el encaje húmedo por la excitación, las vibraciones persistentes y sus cuerpos enredados creó un momento fuera del tiempo. Ella se arqueaba contra él, buscando más, entregándose sin miedo. Las fantasías compartidas se volvieron reales, tangibles, palpitantes.

Horas después, yacían juntos sobre una manta, desnudos, sudorosos, satisfechos. La tormenta había cesado afuera, pero dentro de la cabaña aún ardían brasas... y deseo.

—Quiero repetir esto —murmuró ella, acariciando su pecho.

Él sonrió, besando su frente.

—No hemos terminado.

Y esa noche, la fantasía se repitió, una y otra vez, como si el tiempo en esa cabaña estuviera hecho solo de placer.

whatsapp Facebook share link LinkedIn share link Twitter share link Email share link
inicia una conversación
Asesor 1
Gerente
Habla con nuestro gerente
Asesor 1
(Paseo Degollado 66) Matriz
Soporte en Paseo Degollado 66
Asesor 3
(Av. Revolución 669)
Soporte en Av. Revolución 669
Asesor 2
(Avenida Hidalgo 973)
Soporte en Avenida Hidalgo 973

mi cuenta