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Vecinos con Beneficios: Roberto describe La Pasión que Nació en el Ascensor

Vecinos con Beneficios: Roberto describe La Pasión que Nació en el Ascensor

Nunca imaginé que un simple ascensor pudiera convertirse en el escenario de una pasión tan intensa. Mi nombre es Roberto, y hasta hace poco, mi relación con Valeria, mi vecina del piso de arriba, no pasaba de los saludos cordiales y algunas charlas triviales en el pasillo. Todo cambió una noche de tormenta, cuando el destino nos atrapó en aquel pequeño espacio y encendió una chispa que ninguno de los dos pudo ignorar.

Aquella noche regresaba de una larga jornada de trabajo. Entré al edificio agotado y pulsé el botón del ascensor, sin percatarme de que Valeria venía detrás de mí. Su voz suave saludándome me sacó de mis pensamientos. Se metió en el ascensor con una sonrisa encantadora y el aroma de su perfume llenó el aire. La puerta se cerró y el ascensor comenzó a subir, pero justo en el momento en que llegábamos a nuestro piso, una repentina falla eléctrica detuvo el ascensor en seco.

—Parece que estamos atrapados —dijo Valeria con una mezcla de nerviosismo y diversión en su voz.

Intenté presionar los botones, pero no hubo respuesta. Solo nos quedaba esperar. La tensión en el aire era innegable, pero no precisamente por la situación en la que nos encontrábamos. Era ella, su cercanía, su mirada profunda que se clavaba en la mía como si leyera mis pensamientos más oscuros. Sentí cómo la temperatura del pequeño espacio subía.

—Siempre me ha parecido curioso lo que puede pasar cuando dos personas están solas en un ascensor —murmuró con una sonrisa traviesa.

Su comentario me tomó por sorpresa, pero al mismo tiempo encendió algo dentro de mí. El juego había comenzado. Nos miramos en silencio durante unos segundos que parecieron eternos, hasta que ella rompió la distancia que nos separaba. Su mano se deslizó lentamente por mi brazo y su aliento cálido rozó mi cuello.

—Creo que podríamos hacer algo para distraernos mientras esperamos… —susurró con picardía.

Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. Atrapé su cintura con mis manos y la atraje hacia mí. Nuestros labios se encontraron con un hambre contenida por demasiado tiempo. Su boca era cálida y ansiosa, y sus manos exploraban mi espalda con desesperación. La respiración de ambos se volvió errática, y en ese pequeño espacio, donde el mundo exterior dejó de existir, nos entregamos a la pasión sin reservas.

El tiempo se volvió relativo. Entre susurros, besos y caricias, el ascensor se convirtió en nuestro universo privado. Justo cuando la intensidad llegaba a su punto máximo, las luces parpadearon y el ascensor volvió a funcionar. Nos miramos con complicidad y una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios.

Cuando las puertas se abrieron, salimos como si nada hubiera pasado, pero ambos sabíamos que algo había cambiado. Desde aquella noche, cada vez que nuestros caminos se cruzan en el pasillo, hay una mirada llena de promesas silenciosas. El ascensor dejó de ser solo un medio de transporte; ahora es nuestro pequeño secreto, el inicio de una historia de vecinos con beneficios que apenas comienza.

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